
La educación ambiental, la cual consiste en concienciar a pequeños y mayores de la situación ambiental que vive nuestro planeta y nuestra sociedad, debería dejar de ser una actividad complementaria que algunos centros educativos encuentran interesante, y pasar a ser una parte fundamental y obligatoria de la educación, desde las edades más tempranas.
El motivo es muy simple: necesitamos la biodiversidad, los ecosistemas, y el medio natural en unas condiciones buenas de salud para que nosotros, el ser humano como especie, pueda continuar habitando la tierra sin que una pandemia se nos lleve por delante. Y quien dice una pandemia dice cualquier desastre o desequilibrio natural, que cada vez serán más frecuentes. Y para conseguir todo esto, necesitamos conocerlo y necesitamos amarlo. Por lo tanto, necesitamos enseñarlo.
Nadie duda que sea imprescindible educar en valores como la tolerancia, el respeto o la solidaridad, nadie. De hecho, esto es algo que se suele tener bastante presente en los centros educativos (siempre hablando en general, por supuesto, pero es algo que nadie pone en duda). Ahora se está empezando a incluir la concienciación ambiental como uno de estos valores importantes, pero es necesario darle mucho más protagonismo. Yo no soy maestra, por lo que no voy a decirle a nadie cómo debe hacerlo, pero sin duda debe ser algo explícito.
Y me tomo la licencia de afirmarlo porque llevo más de 6 años trabajando en educación, divulgación y concienciación ambiental con todo tipo de edades (desde los más pequeñitos hasta personas de tercera edad) y en muchos tipos de entidades, ONGs, centros educativos, empresas… y es cierto que muchas personas son muy conscientes de la situación que vive nuestro entorno natural, pero muchas otras no. Y el problema no es que sean o no conscientes, es que ni siquiera lo conozcan.
El desconocimiento por el entorno nos desliga de él
Leí hace años un artículo que me gustó muchísimo y del cual hablo siempre que tengo ocasión, El analfabetismo de los niños sobre la naturaleza y el «efecto Walt Disney» que afirmaba que todos los niños y niñas conocen perfectamente todos los animales de la selva y la sabana, y sin embargo desconocen la fauna que tienen en el humedal o en las montañas de detrás de su casa. Conocen mejor la fauna exótica que la autóctona.
Es cierto que la concentración de población en las ciudades ha contribuido a este distanciamiento en cuanto al contacto y conocimiento del entorno, pero la mayoría de personas tiene un pueblo en una pequeña montaña en la que pasa la semana santa, o un apartamento en la playa donde disfrutar del verano. Y estas personas, y aquí hablamos de niños y muchas veces de adultos, desconocen que hay varios tipos de águilas anidando a escasos km de su chalet, o que hay tortugas marinas y ballenas que pasan todos los años a solo unas pocas millas mar adentro de su apartamento.
Y esto es imprescindible que lo conozcan
Imprescindible para evitar el vertido continuo de deshechos en las zonas naturales. Imprescindible para tener cuidado con los ruidos, con la vegetación, con los efectos negativos que su presencia en ese ecosistema pueda producir. Y por otro lado, sin duda la biodiversidad es un motivo de orgullo.
¿No presumirías si a pocos kilómetros de tu segunda, o primera en muchos casos, residencia, hubiera un grupo de azores, de lobos, de linces, o de ballenas? ¿No sería un motivo de alegría? Animales tan impresionantes, muchos de ellos en una situación de vulnerabilidad. Yo creo que sin duda es algo de lo que enorgullecerse.
Y por esto es importante la educación ambiental. Para conocer nuestro entorno, poder amarlo, y entonces protegerlo. Y no sólo eso, sino también ser conscientes de que protegiendo el medio que nos rodea, nos estamos protegiendo a nosotras y nosotros.