
Bajo la aparente calma que muestra la superficie del océano, encontramos una multitud de riesgos para los ecosistemas marinos y las sociedades humanas. Algunos de ellos son las mareas rojas de algas tóxicas, tsunamis, olas de calor marinas o las erupciones volcánicas en tierra que llegan al mar, como fue el caso de La Palma en las Islas Canarias.
Según la organización internacional de la Década de los Océanos de las Naciones Unidas, un océano seguro es aquel en el que la vida y los medios de subsistencia están protegidos de los peligros relacionados con el océano.
¿Cómo llevamos el concepto de un océano seguro a la práctica?
¿Qué entendemos por un océano seguro?
Desde el punto de vista de los riesgos geológicos, un océano seguro estaría relacionado con cómo afecta la dinámica geológica al mar y a los ecosistemas.
Por tanto, un océano seguro geológicamente hablando es aquel en el que conocemos cuáles son los riesgos geológicos y cómo pueden afectar al medio marino, ya sea desde el punto de vista de las fallas, pliegues o volcanes y cómo esa actividad geológica está afectando a los ecosistemas bentónicos o puede influir incluso en la generación de olas de tsunamis que pueden afectar a las costas.
Conocer esos procesos y llevar el conocimiento a la población es fundamental para sentirnos seguros y saber cómo actuar ante esos procesos.
En cuanto a especies tóxicas de microalgas que pueden proliferar y hacer llegar las toxinas a organismos que podemos consumir, un océano seguro sería aquél que, desde el punto de vista de los humanos, nos permite obtener recursos de manera segura y poder disfrutar del mar para usos y actividades de ocio.
En este caso, todo lo que sean influencias de actividades humanas que desestabilicen los ecosistemas y puedan provocar de forma artificial las proliferaciones, como por ejemplo de fitoplancton tóxico y que esto afecte a la disponibilidad de los recursos y actividades socioeconómicas, causa un problema.
Dado que la producción en las zonas costeras es más elevada y es donde se concentra más población y actividad del hombre en este momento, se trata de llevar el equilibrio de ambas cosas en zonas densamente pobladas, aunque sabemos que no es fácil.
¿Cuál es la situación actual del océano, más o menos segura?
Es fundamental tener un buen conocimiento del mar y de los ecosistemas naturales en general para poder saber si vamos hacia un océano más o menos seguro.
Al tener cada vez más conocimiento de la columna de agua y los fondos submarinos somos también más conscientes y conocedores de cómo los peligros pueden afectar a esas zonas.
En esta línea, es una realidad que se conoce casi mejor como es la morfología de Marte o de la luna que la del fondo marino, por tanto hay que hacer un esfuerzo por mejorar este conocimiento y así cada vez poder aumentar más la seguridad basada en los datos obtenidos.
Por otro lado, los ecosistemas, la presión humana y los actores que van cambiando (ahora con el cambio climático), lo podemos monitorizar a tiempo real incluso en zonas muy remotas, teniendo una idea mucho más completa en cuanto a interrelaciones en océano abierto o zonas costeras. Esto hace que sea más seguro porque se puede prever y modelar con herramientas predictivas para adelantarnos a eventos que pueden suceder y antes era impensable.
¿Podemos predecir eventos naturales para aumentar nuestra seguridad?
Cuando hablamos de seguridad en el caso de algas tóxicas, por ejemplo, inmediatamente pensamos en el riesgo. Por tanto el tema de la evaluación del riesgo y de predecir eventos como las mareas rojas se vuelve fundamental para intentar adelantarse a las proliferaciones.
Se trata de una aproximación que está en desarrollo, ya que entran en juego muchos factores difíciles de establecer. Incluso hay factores anuales que cambian el patrón esperado y hace que la precisión de las predicciones varíen, como lluvias en épocas excepcionales, inviernos secos, incendios, subida de temperaturas rápidas, escorrentías, etc.
Geológicamente hablando, la predicción cambia con respecto a una proliferación de organismos, ya que los tiempos son muy lentos, por ejemplo, pueden ser pocos milímetros al año el movimiento de una falla.
Sin embargo, llega un momento que estos fenómenos se aceleran y es cuando podemos tener movimientos de km/h. Por tanto, de lento a rápido se genera un terremoto y desencadena, salto de falla, posibles deslizamientos, tsunamis y predecir es más complicado.
Lo que sí que se hace es trabajar en sistemas de alerta temprana. Si conocemos bien las fallas que pueden generar terremotos, en qué parte de los márgenes continentales se pueden producir deslizamientos y cómo sería el tsunami que generaría tanto el salto de falla como el deslizamiento estaremos preparados.
Es así como entonces hay herramientas para hacer estos sistemas de alerta temprana de forma automática con cálculos matemáticos y posibles escenarios a través de las librerías del IGME ya disponibles.
¿Cómo conectamos a la sociedad con un océano más seguro?
Una de las misiones más importantes para tener un océano seguro para la sociedad es la prevención y la información.
Existen proyectos relacionados con el síndrome de la ciguatera por consumo de pescado para informar y prevenir, estudiando la distribución de las especies, el contenido en toxinas, etc. para aumentar el control de la venta, distribución y consumo por parte de las autoridades.
Por tanto el estudio de toxinas y cómo varía su disponibilidad en función de los parámetros ambientales o interacción y relación con la degradación de ecosistemas y tareas de conservación para justificar porque hay que preservar ecosistemas asociados a la extracción de los recursos, que a veces cuesta explicar que no se conserva por lo bonitos que son sino por la importancia de su consumo y fuente económica.
Por otro lado, la relación entre las fallas activas, los deslizamientos, los volcanes activos (tarea difícil porque cuando está activo el riesgo es muy alto) y el efecto de las corrientes de fondo sobre sedimentos, erosiones o acumulaciones, tsunamis, etc. y saber cómo afecta a los hábitats bentónicos porque los entierran, los erosionan o se llevan el sustento, es lo que hay que acercar a la población para que tenga la capacidad de percibir la magnitud del problema.
¿Qué soluciones se pueden aportar desde la investigación para los gobiernos, empresas o sociedad para lograr un océano más seguro?
Existen muchas soluciones que se pueden aportar desde la investigación pero destacaremos las siguientes:
- Conocimiento del fondo marino para establecer planes de prevención y sistemas de alerta temprana. Así ajustaremos más las predicciones de los fenómenos para mejorar la protección y predicción de los fenómenos.
- Conocimiento de las series temporales y tener más datos para ser conscientes de las condiciones naturales y de los resultados alterados para poder relacionarlo con las alteraciones del medio ya sean naturales o no y los efectos a medio-largo plazo, ya sean erupciones, cambios de uso del suelo, etc.
- Divulgación científica a todos los niveles en talleres en la calle, explicar lo que se hace en el trabajo para concienciar y llevar la ciencia a la sociedad y la política, tenemos que hacer un esfuerzo para integrarlo.
Este artículo es un resumen del cuarto episodio de “El Hidrófono: ciencia marina para escuchar” donde se trata de cerca con Francisco Rodríguez (CO Vigo) y Tomás Vázquez (CO Málaga) cómo los científicos marinos nos ayudan a lograr un océano más seguro. Puedes escuchar el podcast entero en el siguiente reproductor para saber más sobre “qué es un océano seguro” dentro de la Década de los Océanos.
Escucha»Un océano seguro #04″ en Spreaker.