
Cerca del límite entre las provincias argentinas de Buenos Aires y Río Negro, se encuentra una pequeña población destinada al turismo veraniego llamada El Cóndor. Justo en esta localidad costera se inicia una cadena de acantilados de arenisca que se extiende por decenas de kilómetros, en cuyo nacimiento se localiza la colonia de loros más grandes del mundo. El protagonista del récord es el loro barranquero, una especie preciosa, con diferentes tonos de verde en la cabeza y las alas, también azul en ciertas partes del cuerpo, el vientre amarillo y rojo, incluso algún detalle blanco, en el cuello y los ojos. El nombre le viene por sus hábitos de vida, ya que es una especie que horada paredes terrosas de taludes y barrancos, anidando en esas cuevas que crea.
Si prefieres escuchar este artículo en lugar de leerlo, aquí te dejamos el reproductor del podcast El Atlas de la biodiversidad, con Álvaro Luna.
Listen to «La mayor colonia de loros del mundo | El atlas de la biodiversidad #2» on Spreaker.¿Qué amenaza al loro barranquero?
A la hora de hablar de cifras que revelan la importancia de este enclave, cabe decir que solo en el primer kilómetro de acantilado hay 6700 nidos activos, estimándose para la colonia un total de 35 mil nidos. Sin embargo, pese a que la lucha conservacionista ha permitido la protección de este lugar, el historial de agresiones sobre los acantilados y los loros ha sido constante a lo largo del tiempo.
Rociaduras de pesticidas por agricultores
Como ejemplo, en algunos momentos del siglo XX la colonia fue rociada en varias ocasiones con DDT, con el objetivo de matar a cuantos loros se pudiera (en este caso, el problema deriva de que los agricultores culpan a los loros de daños a cultivos). Además, los acantilados en sí han sufrido diferentes agresiones -incluso su destrucción con dinamita- para dar paso a la urbanización, lo que ha llevado a la pérdida de cientos de nidos y al posible abandono de puestas por las molestias generadas.
Turismo
Y aparte está el turismo, la gente en sí. Al ser un sitio accesible la gente puede atrapar pollos y adultos de cara a su venta ilegal, algo que ha venido ocurriendo (un año se llegaron a sustraer mil loros para su venta). Además, a la playa entran vehículos y personas, que también pueden asomarse a la zona superior de los acantilados, entorpeciendo la cría de estas aves, que pueden asustarse. Como estas playas tienen uso turístico, en temporada alta la gente y los coches pueden estar a 20 metros de los nidos, imposibilitando que los adultos entren al mismo por desconfianza. De este modo, los loros solo pueden vivir en paz cuando hay marea alta, ya que el agua llega hasta el propio acantilado e imposibilita el trasiego de gente.
Resulta curioso cómo los problemas conservacionistas se repiten a lo largo y ancho del mundo, y cómo el conflicto entre un modelo de desarrollo urbanístico suele chocar con la conservación de la naturaleza. Este caso es especialmente llamativo, por tratarse de un espectáculo único, y que tiene por protagonistas a animales carismáticos.