
Bordeando las carreteras y acompañándonos en un paseo por la ciudad en caminos peatonales, a nuestro lado tenemos siempre árboles o arbustos. Muchos de ellos son especies invasoras como las mimosas, o especies exóticas como la magnolia. En otras ocasiones son especies autóctonas como el boj o el aligustre. Sin embargo, ¿tienen estos alguna función más que el adornar nuestras vías?
¿Por qué están ahí?
Estos árboles son colocados por varios motivos. Árboles de gran porte y densidad de copa se colocan en parques y plazas, también en paseos, así aseguramos la sombra y, con ello, una menor temperatura en estas zonas tan transitadas y recurridas en verano por ciudadanos. Otros servicios ambientales o ecosistémicos que nos ofrecen es la sujeción del terreno y el drenaje de agua en caso de lluvias torrenciales.
Luego encontramos pequeños arbustos en zonas ajardinadas, en parques, entre los árboles de los caminos o en rotondas. Estos suelen ser meramente ornamentales, para el disfrute visual del peatón. También la presencia de especies vegetales, atrae de manera inevitable fauna. De esta manera podemos asomarnos por el balcón y disfrutar del canto de pequeñas aves o pasear por la ciudad y reconocer en las copas de los árboles a algún mirlo.
Actualmente también se está manejando la posibilidad de usarlos como barrera verde para la contaminación. En un estudio de la Universidad de Surrey, identificaron un total de 12 rasgos que confieren a las especies de árboles propiedades potencialmente efectivas contra la contaminación. Entre estos rasgos beneficiosos están un tamaño pequeño de hoja, una alta densidad de follaje, larga permanencia de la hoja (hoja perenne o semi-perenne) o la vellosidad de las hojas. Rasgos poco efectivos para paliar la contaminación en las carreteras son la polinización por viento o la emisión de compuestos orgánicos volátiles. Realizaron con esta información una guía de especies aptas para las zonas urbana de Reino Unido.
¿Podemos poner cualquier cosa?
Seguro que conoces ya la respuesta. Si quieres conseguir un beneficio de algo, como es el caso de plantar árboles en las vías con todas las ventajas anteriormente mencionadas, es necesario evaluar cómo hacerlo para no generar un mal mayor.
El camino que va de mi casa al tranvía lo transito rodeada de árboles. Es maravilloso escuchar el canto de los pájaros por la mañana, disfrutar de la frescura del paseo en verano y la belleza de las flores que desarrolla por febrero. Que pena que este árbol sea una mimosa (Acacia dealbata), una especie exótica invasora originaria de Australia. Es invasora ya que tiene una gran capacidad de dispersión y rebrota fácilmente tras un incendio, constituyendo una gran amenaza para las especies autóctonas, los hábitats o los ecosistemas.
Lo mismo ocurre con los eucaliptos (Eucalyptus globulus), también de Australia. Potentes colonizadores y extremadamente competidores con la flora autóctona. Sus hojas poseen compuestos, llamados sustancias alelopáticas, que impiden el crecimiento de otras especies.
Ejemplos de plantas exóticas son los olmos siberianos (Ulmus pumila), castaño de indias (Aesculus hippocastanum) o las falsas acacias (Robinia pseudoacacia), esta última potencialmente invasora.
Lo bien hecho, bien parece
A la hora de seleccionar las especies a plantar en las zonas transitadas, lo primero que hay que tener en cuenta es su origen. Lo más correcto y que debería ser obligatorio, sería elegir especies autóctonas para que, en caso de dispersión a zonas alejadas del terreno urbano, no supongan un peligro para los ecosistemas. Lo segundo es tener en cuenta el clima de la zona y las propiedades del suelo. El objetivo es proporcionar la supervivencia de la especie vegetal sin necesitar apenas mantenimiento, es decir, evitarse gastos como el riego o el abono del suelo. Una tercera propiedad algo más novedosa es la elección en función de su capacidad para reducir la contaminación generada en las ciudades.
De esta manera podremos disfrutar de los beneficios que nos ofrece la flora en las ciudades sin preocuparnos por posibles daños colaterales ni gastos económicos excesivos e innecesarios.