
Según declaró la propia FAO, organización de la ONU para la alimentación y la agricultura, la ganadería está detrás del 14,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero de origen antropogénico, es decir, causadas por la acción humana. De ese porcentaje, un 40% se achaca a las emisiones de metano generadas por vacas y otros rumiantes durante su digestión.
No obstante, ¿es equiparable el metano producido por estos animales a aquel que proviene de sistemas de gas natural o petróleo? La respuesta es no. El metano liberado por los rumiantes ya pertenece al ciclo natural del carbono, de modo que, tras pasar unos 10 años en la atmósfera, se convierte en dióxido de carbono que es captado por las plantas durante la fotosíntesis, regresando a la superficie terrestre y cerrando así círculo. Globalmente, podemos decir que no hay una adición neta de carbono a la atmósfera como consecuencia de este proceso. Todo ello forma parte de un ciclo en equilibrio.
En contrapartida, el metano que se emite, por ejemplo, durante el procesamiento del gas natural o durante el refinamiento del petróleo, es metano de nueva producción. Lo mismo ocurre con el dióxido de carbono liberado a partir de combustibles fósiles. Esto conduce a la sobrecarga del ciclo de carbono, el equilibrio se rompe porque entra en él más carbono de lo que sería natural. Como consecuencia, se produce el calentamiento del planeta que estamos presenciando.
Es por ello que se está reclamando un cambio en los sistemas de medición de emisiones de la FAO en lo que a este punto respecta. Comparar los sectores de manera justa es la única manera de hacer una valoración idónea de su impacto ambiental.
Si te interesa este tema, debes escuchar a Pablo Manzano, investigador especializado en ganadería y medio ambiente, en el capítulo 38 del podcast Oikos: consumo de carne, ganadería y cambio climático.
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