
La cotorra argentina (Myiopsitta monachus) y la cotorra de Kramer (Psittacula krameri) son dos especies que estamos acostumbrados a ver en los parques y jardines de las grandes ciudades españolas.
Sin embargo, no son originarias de nuestro país. Ambas fueron introducidas en los años 70 como mascotas, las sueltas y fugas dieron lugar a su presencia en libertad, y su gran capacidad de adaptación ha llevado a su asentamiento en nuestras zonas verdes urbanas, estando actualmente catalogadas como especies exóticas invasoras.
Parecidas pero diferentes
Estas dos especies tienen muchas cosas en común: son psitácidas (comúnmente llamados loros), son verdes, son escandalosas y comparten el mismo hábitat.
Sin embargo, también tienen sus diferencias: La cotorra Argentina proviene de Sudamérica mientras que la cotorra de Kramer proviene de África y sur de Asia, la cotorra argentina tiene el pecho gris, mientras que la cotorra de Kramer lo tiene verde y el macho luce un collar negro, y lo más importante, sus hábitos de vida no son los mismos, por lo que sus efectos en la fauna autóctona tampoco lo son.
¿Dónde les gusta anidar?
La principal diferencia entre ambas viene por sus preferencias a la hora de anidar. La cotorra de Kramer busca oquedades, tanto agujeros en los árboles como huecos o grietas en las construcciones humanas. El problema aquí viene porque varias especies ibéricas, como los vencejos, los gorriones comunes o varias especies de murciélago, emplean estos mismos lugares para la cría, y la cotorra de Kramer, por su mayor fuerza y su potente pico, es capaz de desplazar a estas especies, muchas veces hiriendo o incluso matando a quienes compiten con ellas.
La cotorra argentina, sin embargo, utiliza pequeñas ramitas para crear grandes nidos en las copas de los árboles. Estos nidos, que parecen comunales por su tamaño y porque albergan gran cantidad de parejas de cotorra, en realidad son la unión de muchos nidos independientes entre sí. Los problemas que causan, en este caso, son más sobre las personas que sobre la fauna, ya que pueden llegar a pesar hasta 40 kilos, y en ocasiones llegan a caerse, lo que puede ser peligroso para alguien que está descansando a la sombra de un árbol.
¿Qué comen?
Ambas especies de cotorra se alimentan principalmente de frutos y semillas, tanto de plantas silvestres como de plantas ornamentales, compitiendo con una gran cantidad de especies autóctonas que tienen las mismas preferencias de alimentación.
En este caso, es la cotorra argentina la que supone una mayor amenaza, ya que no es raro que se alimente de huevos o incluso pollos de paseriformes, como los gorriones, los petirrojos o los jilgueros, causando un impacto directo en sus poblaciones.
Dañinas, pero no malas
Estos perjuicios sobre la fauna autóctona, sumados a otros que afectan directamente al ser humano, como el ruido o los problemas sanitarios, a menudo conllevan a una criminalización y odio hacia estas especies.
Esta información también la ha comentado Juan María Arenas en su Diario de un Ecólogo. Podcast que puedes escuchar aquí, pero no olvides terminar de leer el artículo a continuación.
Escucha «Cotorras y su impacto sobre la fauna urbana | Diario de un ecólogo #024» en Spreaker.Sin embargo, no debemos olvidar que estas cotorras, si bien son dañinas, no lo son por maldad, ya que lo único que pretenden es sobrevivir. La culpa del daño que causan no reside en los propios animales, sino en quien las situó fuera de su hábitat natural: el ser humano.
Las especies exóticas invasoras se consideran una de las principales amenazas para la biodiversidad a nivel mundial. Estas cotorras tan solo representan una parte del extenso listado de exóticas invasoras presentes en nuestro país. Es primordial, por lo tanto, luchar contra el comercio, la tenencia y la liberación de estas especies al medio, para evitar su propagación en nuestro medio natural.

César Herraiz
Estudiante de doctorado en el IREC (CSIC-UCLM-JCCM)