
La reintroducción del lobo gris (Canis lupus) en el Parque Nacional de Yellowstone (Wyoming, EEUU) es considerada una gran revelación en el ámbito de la Ecología. La eliminación del lobo a principios del siglo XX provocó grandes desajustes en los ecosistemas del Parque por el crecimiento descontrolado de las poblaciones de alces (Alces alces), llegando a afectar al curso del río Yellowstone. Tras la reintroducción del lobo 70 años después, los ecosistemas pudieron autorregularse de nuevo.
El inicio del declive
El Parque Nacional de Yellowstone fue el primero declarado en la historia de Estados Unidos, en 1872. A pesar de la importancia de este acontecimiento, las especies del Parque no gozaban de ninguna protección legal, por lo que los lobos fueron exterminados deliberadamente hasta su desaparición en 1926.
Pocos años después, se materializaron los graves efectos de la ausencia de estos carnívoros. Las poblaciones de ungulados, principalmente alces, comenzaron a aumentar drásticamente, y la vegetación del Parque sufrió fuertes daños por la herbivoría excesiva.

La regulación natural era la solución
Los daños producidos en el Parque se fueron agravando a medida que las poblaciones de alces continuaban aumentando. Por ello, a mediados de los 60, la Administración del Parque decretó el inicio de la reducción de estas poblaciones mediante caza. En 1969 se declaró la moratoria de la medida, confiando en la regulación natural de los alces tras su previa disminución.
Sin embargo, las poblaciones de alces volvieron a crecer descontroladamente, por lo que finalmente se decidió que el lobo sería reintroducido en el parque en 1995, tras más de 70 años de ausencia. Se llevaron a cabo dos liberaciones de lobo gris canadiense en años consecutivos, con un total de 31 individuos.
En muy poco tiempo, los lobos fueron capaces de regular las poblaciones de alces mediante depredación, controlando la herbivoría desmesurada y permitiendo que los ecosistemas del Parque se regularan por sí mismos.
El lobo, al igual que otros grandes depredadores, es una especie clave en el funcionamiento de los ecosistemas, ya que regulan las cadenas tróficas desde el eslabón superior. La pérdida de estas especies implica la necesidad imperiosa de desarrollar planes de reintroducción para el mantenimiento de los ecosistemas. En la Península Ibérica pueden destacarse los casos del quebrantahuesos, y el lince.
Efectos sobre la vegetación
Gracias a la recuperación de la vegetación por la supresión de la herbivoría excesiva, los bosques de ribera (sauces, álamos, alisos) estabilizaron las orillas de los ríos. De esta forma, se consolida el cauce del río Yellowstone, disminuyendo su serpenteo y permitiendo que el paso del agua sea más rápido.
Además, las tasas de erosión disminuyen, y el ecosistema adquiere mayor capacidad de respuesta frente a perturbaciones futuras, permitiendo el desarrollo de suelos fértiles.
Un notable aumento de la biodiversidad
La reintroducción del lobo permitió la regulación del Parque de Yellowstone gracias al control sobre las poblaciones de alces. Esto permitió el asentamiento de otras muchas especies con funciones fundamentales para el funcionamiento de los ecosistemas.
Muchas especies carroñeras (urracas, águilas, cuervos, osos) pudieron aprovecharse de los restos de las presas de los lobos. Gracias a la recuperación de la vegetación, muchas aves volvieron a los bosques de Yellowstone, y la vegetación de ribera permitió que los castores construyeran balsas y diques que a su vez albergaran anfibios, reptiles y peces.
El aumento de la biodiversidad dota a los ecosistemas de mayor resiliencia y resistencia frente a posibles perturbaciones futuras. Por tanto, la prevención de la pérdida de biodiversidad es una estrategia esencial, y mucho más rentable ecológica y económicamente para la salud medioambiental y humana.